Cuando hablamos de órgano español, órgano ibérico, órgano castellano u otras denominaciones, intentamos nominar un estilo de instrumento que no se ajusta precisamente a los ámbitos geográficos indicados ni reciben de su ubicación los rasgos de identidad.
Tan ibérico es el órgano de la capilla de los Anaya en Salamanca, como el de Montblanc en Tarragona y en cambio poco ibérico es el órgano de los Agustinos de Manila.
Sin embargo, por inapropiado que sea el término, todos lo asociamos a un tipo de órgano que se corresponde con el último ejemplo y no con los dos anteriores.
Los rasgos que lo caracterizan son varios pero el imprescindible para encuadrarlo en este estilo es el teclado partido.
Para nosotros los otros rasgos que caracterizan al órgano español (por emplear una terminología) serían, la lengüetería de fachada y los registros en eco.
Pero no hay duda de que hay órganos sin lengüetería de fachada y sin registros en eco y que sin embargo son órganos barrocos españoles con pleno derecho y estilo.
Por otro lado una característica común, es que de los cientos de órganos conservados en este estilo todos son construidos en siglo XVIII y XIX. Los órganos del siglo XVII o bien desaparecen o son reformados para adaptarlos al “nuevo estilo”.
Pero el nuevo estilo, como es lógico no aparece de un día para otro y vemos como se viene gestando desde principios del siglo XVII. Son numerosos los documentos que hacen mención a órganos con medios registros, algún registro partido, órganos de teclado partido e incipiente lengüetería de fachada.
Además del órgano de Maese Jorge en Sevilla, tenemos constancia de la construcción de órganos de teclado partido en múltiples ocasiones.En 1601 Manuel Marín construye en Segovia un realexo de 13 palmos con todos los registros, partidos.
En 1626 Correa de Arauxo en su facultad orgánica habla del “género de teclado partido como una práctica muy versada en tierras de Castilla y en otras tierras desconocida”.
En la segunda mitad del siglo XVII se construyen órganos con teclado partido pero conviven con la práctica de registros enteros con algún registro partido o medios registros.
Los documentos que nos dan a conocer estos órganos no nos dan detalles de su estructura técnica, solo cuando nos indican como M.Marín, que se trata de un realejo. Pero si sabemos que los realejos que se conservan del siglo XVII son todos de teclado partido.
Exceptuando este formato, los órganos del siglo XVII que conservan su “máquina” original tienen una estructura mecánica completamente diferente a los órganos del siglo XVIII.
Uno de los organeros que más tempranamente adopta el formato de registros partidos de forma reiterada es Miguel Puche, vecino de Toledo. En los numerosos contratos existentes vemos como este organero hace mención expresa a los registros “todos partidos”.
Por suerte uno de los escasos órganos del siglo XVII que conocemos que conservan el secreto original es de Miguel Puche en Cebreros (Ávila) 1664.
Al igual que el órgano de la Epístola de Lerma (1616) y San Esteban en Segovia (1685), estamos ante el esquema técnico del siglo XVII es decir un secreto con el reparto de notas en correspondencia con el orden de la tubería de fachada, los medios registros resueltos por correderas contiguas y un rasgo muy llamativo desde nuestra visión actual: ausencia de tablones acanalados.
Este rasgo nos extraña a quienes estamos habituados a los órganos barrocos españoles y en cambio sería “normal” para el observador foráneo.
Este rasgo también trasciende al exterior del mueble llamándonos la atención la ausencia o estrechez del friso que suele haber entre el secreto y el asiento de los tubos de fachada.
En 1664 en la catedral de Segovia 10 después de la muerte de Correa de Araujo 40 después de la publicación de su facultad orgánica, Jaime de Sola reforma el órgano del evangelio de la catedral para, entre otras, cosas hacerlo de teclado partido. “..un secreto de 45 canales con sus tapas y registros partidos de mano izquierda y mano derecha a lo moderno..”, ” .. Mas un tabón que a de yr encima del dicho secreto para la composición y disposición del flautado que está en la cara del órgano y a de ir con el primor que le requiere el arte…….”.
Quizás sea la primera vez que en un documento se mencione el tabón acanalado.
También hay que destacar que el término “secreto a lo moderno” para describir registros partidos aparece desde mucho más atrás.
Hasta la última década del siglo VII se siguen contratando órganos donde no se hace mención a registros partidos y otros donde se indica algún registro partido.
Pero en la última década del siglo XVII, se produce un vuelco sorprendente en la construcción de órganos en todo el espacio geográfico donde ubicamos “el órgano español”: no se vuelven a construir órganos de registros enteros, no se vuelven a construir órganos con secretos que no sean cromáticos y no se vuelven a construir órganos sin tablones acanalados. Los órganos anteriores a 1700 o bien desaparecieron o fueron reformados para adaptarlos al nuevo estilo.
Más sorprendente es que esto se prolongue durante prácticamente 200 años sin contestación técnica ni estética por las escuelas que desarrollaron el estilo por diversas que fueran en otros conceptos y lejanas en lo geográfico.
Un esquema técnico que se asumió con naturalidad, sin reflexión teórica : una práctica.
La reflexión crítica viene cuando desde posiciones externas a este estilo, nos aproximamos a él, ya sea porque lo observamos desde otras culturas o simplemente desde las posiciones actuales.
Esta crítica ha sido generalmente de cierto rechazo, incluso de cierta hilaridad.
Los organeros extranjeros que han trabajado en el siglo XIX y XX en España obligados a respetar la tradición de registros partidos y lengüetería de fachada, han dado soluciones “más racionales” a estos problemas y han considerado los tablones como una solución rupestre e impensable en los “tiempos modernos”.
Incluso en “restauraciones” realizadas no muy atrás en el tiempo se han eliminado los tablones acanalados en órganos históricos poniendo de relieve el zafio resultado de la nueva solución
El tablón acanalado ha sido denostado por organeros propios y foráneos desde la desaparición de las escuelas clásicas ibéricas hasta nuestros días.
El anhelado órgano de registros partidos parece que ha encontrado una solución técnica que se impone de forma meridiana con el nuevo siglo. Pero hay otras inquietudes que se han ido fraguando y otras que comienzan.
Una de ellas es la lengüetería de fachada. Desde 1670 en Tolosa y Alcalá de Henares se ponen juegos de lengüetería de fachada, puntualmente, como novedad , “salen entre los caños del flautado…”, se reducen a un clarín de mano derecha, algunos casos más atrevidos pero , aunque significativos, escasos numéricamente. (aunque no viene al caso del artículo, interesantes los casos de clarines de bronce, de los cuales que nosotros sepamos no se ha conservado ninguno)
Pero en el siglo XVIII, la explosión de los juegos de lengüetería de fachada es la que conocemos y conforma el perfil del estilo al que nos referimos.
Todos los registros de lengüetería de fachada ( a excepción de los viejos juegos de cuerpo corto en las testas de los secretos) van dispuestos por tablones acanalados.
El tercer aspecto del desarrollo de del órgano barroco español es evidentemente el aspecto plástico poderoso motor. Como podemos ver las soluciones técnicas del siglo XVIII empatizan perfectamente con la arrolladora fuerza del barroco y el rococó, propiciando que la estructura mecánica del instrumento permita una libertad de diseño arquitectónico y ornamental inimaginable sin el tablón acanalado.
Quizás el máximo exponente vivo del momento histórico de punto sin retorno del nuevo estilo sea el órgano de la epístola de la catedral de Segovia. En 1702 este órgano con 21 registros sobre un solo teclado, contiene toda la cultura del siglo XVII y toda la estructura”moderna” sobre la que se desarrollará el órgano español en los siglos XVIII y XIX.
Ya en 1716 Phelipe Urarte construye en Tordesillas (Santa María) un órgano de 42 notas con cinco medios juegos de lengüetería de fachada además de la “..ya frecuentes dulzainas en el frente…” . Pero además este órgano lleva una octava en fachada repartida en dos castillos en los costados del órgano, contribuyendo a crear un conjunto de una plasticidad de gran dinamismo.
Todo este conjunto se configura por un complejo pero ordenado entramado de tablones acanalados.
También en este caso observamos cómo esta estructura interna se refleja en el mueble y el amplio friso entre el secreto y la tubería de fachada es el espacio necesario para disponer los tablones acanalados.
En años posteriores la multiplicidad de registros de lengüetería exterior, dobles, triples y cuádruples fachadas, parece no tener límite y parece que hay algo que lo facilita y alienta.
Podríamos imaginar los órganos de la catedral de Granada sin tablones acanalados?
Hay otros aspectos claves del estilo. Las arcas de eco, los registros solistas, la ubicación difícil de elementos en caderetas interiores. Quizás para estos recursos no sería imprescindible el tabón acanalado pero es indudable que lo facilita si es que no lo había facilitado suficientemente permitiendo la estructura cromática al secreto.
Pero no acaba aquí la impronta del tablón acanalado en el órgano español.
La lengüetería de fachada en los órganos españoles no tendría el carácter tímbrico que tiene, ni sus parámetros de armonización serían los que son si no fuera por los largos y estrechos conductos cerrados con piel, de los que se alimentan las lengüetas, propiciando un ataque sin violencia y con total ausencia de incompatibilidades de frecuencia, como ocurre en algunos casos, en las lengüetas dispuestas directamente sobre el secreto.
En la catedral de Palencia existe un documento referido a una reforma del órgano de Echevarría-Aguirre que dice ” los registros de Violeta y Clarín que están colocados en la testa del secreto, no guardan la afinación por la fortaleza del viento, convendrá sacarlos por tabloncillo a derecha e izquierda que dirán mejor”. Lo cual indica que el aspecto tímbrico resultante de la técnica satisfacía plenamente el gusto de la época, otro motivo de arraigo.
Por tanto observamos que el desarrollo del estilo se dispara al tiempo que se asienta el uso de la técnica del tablón acanalado y que siendo la función inicial de esta peculiar pieza, la armonización entre un orden cromático en el secreto y un orden estético del flautado de fachada, inmediatamente se puso de manifiesto su utilidad para sacar cualquier juego a la fachada y cuantos se quisieran sacar. Uno tras otro, el límite ya no estaba en la técnica.
Si observamos los órganos construidos por organeros externos al estilo o incluso maestros españoles que ya han adoptado un cambio de estilo, como Roqués o Amezúa apreciamos en el diseño de los muebles y la lengüetería de fachada una rigidez propia de someterse al orden diatónico del secreto y aunque a veces funciona, por el estilo ya un tanto académico de estos muebles, otras veces no pueden evitar un dibujo poco estético. En cuanto al resultado tímbrico de estos juegos considero que tampoco conservan el espíritu de las lengüeterías barrocas aunque esto atiende lógicamente a también a otras premisas estéticas.
Por todas estas razones propongo mi tesis, no científica sino sentimental, de restituir al tablón acanalado su papel en la historia y rendirle homenaje, no como una pieza ingeniosa que ha dado soluciones brillantes a los quebraderos de cabeza de nuestros antepasados, sino como el instrumento que ha permitido desarrollar el estilo libremente e incluso lo ha desarrollado él mismo, sin ningún quebradero de cabeza para nuestros ancestros, que solo se ocuparon de atender a sus inquietudes estéticas, musicales y personales.
Podemos mencionar tres casos Lerma epístola 1616. Secreto por terceras. Registros enteros exceptuando la Címbala y orlo.
Segovia San Esteban 1685 . Secreto por terceras. Algún registro partido.
Cebreros Ávila. 1695. Secreto por terceras. Algún registro partido.
Ninguno de estos órganos tiene tablones acanalados.